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Cómo tirar a la basura el dinero público

Hace unos días fue aprobada por la Junta de Castilla y León la nueva campaña de erradicación del topillo campesino Microtus arvalis y, como siempre, aparecen voces que tratan de explicar la inutilidad y perjuicio de tal medida.


No debemos olvidar que los partidos políticos funcionan en base a votos potenciales y actúan por intereses, no por criterios científicos. Así lo demuestra esta medida que contraviene cualquier artículo científico de los que hay publicados sobre tal cuestión. Y es que las plagas de topillos son cíclicas, independientes del factor humano, malgastándose cada 4-5 años una cantidad ingente de dinero público de todos los ciudadanos castellano-leoneses para contentar a un sector que, con razón, pero sin información, trata de defender su sustento.


Los roedores forman parte de ese tipo de animales capaces de reproducirse mucho y muy rápido cuando las condiciones son favorables, siendo esas condiciones principalmente meteorológicas, falta de depredadores y abundancia de alimento. En cuanto se dan esos requisitos la población aumenta exponencialmente pudiendo multiplicarse por cuarto o cinco. En condiciones normales, la población de depredadores, entre los que se cuentan rapaces y mustélidos, pero también oportunistas como cigüeñas y zorros, aumentará de la misma manera al ver crecidos sus recursos alimenticios. De esta manera, la nueva y gran población de depredadores terminará con esa explosión demográfica de roedores en unos 4 años, casi lo mismo que duran las campañas de erradicación de plagas.


Sin embargo, se prefiere sembrar el campo de veneno, matando otras especies de valor socioeconómico como liebres y perdices rojas; impidiendo el aumento de la población de depredadores que ha sido previamente esquilmada por otras razones, reduciendo su capacidad de control sobre la plaga y sobre futuras plagas y causando posibles problemas de salud pública al cubrir de cadáveres de palomas domésticas los campos de cultivo. Por lo tanto, el daño de la medida es claro. En conclusión, nuestros gestores públicos se aprovechan de la sobreinformación de nuestra época, actuando en función de los resultados que quieren conseguir en las próximas elecciones y no de lo que supondría una buena gestión de los recursos de todos, tanto económicos como naturales, sabiendo que un gran porcentaje de la mayoría social ignorará el engaño y la ineficacia probada de sus medidas.

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